El cuarteto alemán rinde pleitesía a sus incondicionales con un primer concierto en España que desata la catarsis colectiva
La historia de la música es larga y en ella hay conciertos que se antojan históricos. El de los alemanes Tokio Hotel, para el imaginario de media generación adolescente, va a engrosar desde hoy esa lista. La joven banda germana, una de aquellas que aunque quisiera no pasaría desapercibida, ha recalado en el Palau Sant Jordi de Barcelona para dar su primer concierto en España. Miles de adolescentes, con cara de sueño de día y medio de cola y venidos de todas partes, montaban guardia entonando las canciones del grupo y enarbolando la bandera germana. Aquí y allá fans de lo más variopinto recreando la estética "emo" e, incluso, algún que otro "clon" disfrazado a conciencia para la ocasión. Las tokioteleras -así se autodenominan- ansiaban esta vista desde marzo, cuando cancelaron su actuación en Madrid y media gira del '1000 Hotels European Tour' por un quiste en las cuerdas vocales del cantante. Y es que, aunque estos cuatro alemanes hace escasos meses eran desconocidos en España, por intención y resultados, son ya verdaderas estrellas en todo el mundo y han resucitado el "Fenómeno fan" (así, con mayúsculas), desde su debut con 'Schrei', en 2005.
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Lo de los Tokio Hotel ya no necesitan presentación. Han arrasado con casi todos los premios del gremio en los países de habla germana este año y el pasado convirtiéndose sin quererlo en abanderados de su idioma. Destacan en las listas de hits de media Europa. Son más populares que Rammstein, Kraftwerk, Scorpions o Nena, y venden sus conciertos como nadie. Pero no es problema. Son artistas de multitudes y siempre han querido serlo.
De hecho, ese era su sueño confeso.
La hora de la catarsis colectiva
Escasa hora y media de concierto con muchos temas en inglés y pocos en alemán sirvió para rendir pleitesía al nutrido grupo de acérrimos que han cosechado en nuestro país. Trajeron un directo fresco, cercano, y muy potente, que, sin embargo, no deparó grandes sorpresas respecto a sus actuaciones en Dortmund, Nijmehgen y París.
Aún a oscuras, un griterío ensordecedor inundó el Palau al primer acorde de 'Break away' ('Ich brech aus', en su título original). El grupo, que está más a gusto cuando suben los decibelios, se mantuvo fiel a sus principios con un arranque a escena contundente. Luego, 'Final day' ('Der letzte Tag') y 'Leb die Sekunde' ('Live the second') que funcionan bien: rock pegadizo, plagado de grandes melodías, pasajes vibrantes y estribillos fabulosos.
Nada más aparecer sobre el escenario, atrapa el variado pelaje de sus cuatro componentes. Una mezcla de modos estéticos donde acapara el ejercicio de estilismo próximo a cómic manga del vocalista, Bill Kaulitz, capaz de sorprender al fashionista más vivido. Maquillaje, peluquería a lo puerco espín y uñas de diseño que, ni David Bowie en sus mejores tiempos. Pero no es una sobrecarga de androginia y rimel para nada. El espectáculo es efectista pero no en detrimento de la calidad. Si de algo pueden presumir es de mantener un sello propio, cuajado, y que no es fácil de clasificar. Hay temas más inmaduros de su primer trabajo ('Schrei') en la línea del pop-punk suave con otros de rock de corte emo. Eso sí, se alejan del hard-rock y del rock gótico más ortodoxos, aunque flirteen con estos estilos.
Pero volvamos al concierto. El Sant Jordi lleno como no se esperaba y ya en este primer bloque más de una asistente, presa de un estado de catarsis colectiva, pierde el mundo de vista durante el resto de la actuación.
Tras el arranque, llegaba el turno de '1000 seas' ('1000 Meere'), uno de los temas de nuevo cuño, certero pero bastante flojo en su versión inglesa y, ni tiene que decir, peligrosamente similar al buque insignia que les sacó del anonimato en nuestro país: 'Moonson'. Antes de acometer el grueso de la actuación el cantante chapurreó algunas frases en inglés memorizadas para la ocasión y saludó al respetable con un tímido "Hola Barcelona". Excuso adentrarme en las emotividades que esto causó entre la audiencia. El resto del repertorio buceó entre la balada con regustillo a rock comercial de 'Love is dead' ('Totgeliebt') y 'Rescue me' ('Rette mich'), y temas cercanos al emo-rock como 'Don't jump' (Spring nicht') o 'On the edge' ('Stinck ins Glück').
Mientras avanzaba el concierto, las gargantas adolescentes gritaban, tema tras tema, frases en alemán que el ruido ambiente difuminaba antes de llegar al escenario. El tema que incomprensiblemente descartaron fue 'Ich bin nicht ich'. No faltaron 'Reden', 'Black' ('Schwartz'), o el, ya clásico, 'Scream' ('Schrei') que confirmó bajo los focos del Sant Jordi las pretendidas credenciales de grandeza artística del conjunto. Al atorrante alarido de "Scream, so loud you can", megáfono en mano, Bill dejó que la histeria volviese a robarle el protagonismo en una noche en la que se sintió en su salsa.
El remarcable amor por lo excéntrico es en el caso de los Kaulitz y su troupe una bendición, ya que hay fundamento que lo avala. Basta zambullirse en Youtube al encuentro de su primer trabajo (entonces como Devilish), prueba fehaciente de que el conjunto no es únicamente un producto más del mercado musical.
Asusta la juventud del cuarteto a la par que lo hace el fervor de sus fans, sin mesura. Esos dos ingredientes, añadidos a la estética rompedora del cantante, son la respuesta al por qué el conjunto arrastra la tediosa etiqueta de "boy band". Con todo, hay que convenir que la inmadurez que regalan los 18 años está ahí ¿cómo negarlo?, pero no obsta para que den la talla en el escenario y sean ya artistas con muchos kilómetros a las espaldas. Gustav Schäfer, el batería, muestra un certero compás que dota de profundidad a cada tema y un gran dominio de los pinceles. Tom Kaulitz, a la guitarra, y Georg Listing, al bajo, se compenetran a la perfección descorchando un torrente de guitarras de corte nirvanesco nada deleznable, especialmente, en el tema 'Ready, set, go!' ('Übers ende der Welt').
Es obligado pararse y reseñar el corte intimista 'In die Nacht' -tributo al sibling love– y 'Geh!', una pequeña y sencilla delicia muy en la línea de las canciones lentas del conjunto. Bill deja claro con estas dos interpretaciones que es, sin duda, un notable vocalista dueño de una voz bien modelada y expresiva, con matices y contrastes, y a la que sólo le falta más pulmón para ser extraordinaria. Lástima, que el incombustible cantante desparrame talento a espuertas sobre el escenario pero llegue casi consumido al final de la actuación y no esté aún en plenas facultades.
El grupo coronó la selección de piezas en el Palau, como en la anterior parte de la gira, con 'By your side' ('An deiner Seite' ('Ich Bin Da') con una lluvia de confeti que se mezcló sobre el escenario con los ositos de peluche y las prendas íntimas que habían ido lloviendo durante la actuación.
Tras tomarle el pulso a Barcelona, llevarán hoy sábado su directo a Rock in Rio donde les espera la selección de fans que tenían Barcelona demasiado lejos o quieren repetir esta sobredosis a las pocas horas.
domingo, 29 de junio de 2008
Tokio Hotel se vuelca en el Palau Sant Jordi
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