martes, 14 de octubre de 2008

El baúl de los recuerdos de «La Voz»- ABC.es

A estas alturas ya estamos acostumbrados a contemplar hordas de adolescentes perdiendo la compostura delante de sus ídolos de turno, ya sean los Jonas Brothers o los Tokio Hotel. Sin embargo, habría que ver la caras de los progenitores de aquellas muchachas que, a principios de los años 40, se llevaron por delante a una fila de policías para poder acercarse a un cantante enjuto, bajito y casi imberbe.
Frank Sinatra protagonizó un salto cualitativo en el fenómeno de la música popular. Bing Crosby o Nat King Cole eran artistas capaces de provocar encendidos suspiros entre su público, pero las reacciones desatadas por aquel hombre de ascendencia italiana iban más allá. Otros, más adelante, desatarían la locura colectiva, pero hasta que no apareció «la voz», no se conocían los gritos histéricos en mitad de una actuación. Y eso sin necesidad de hacer aspavientos o menear la pelvis. Bastaba ese tono seductor, ese fraseo imbatible aprendido del mundo del jazz, esa forma única de transmitir emociones, para dejar una huella indeleble que continúa hoy viva a través de los amantes de la música hecha con mimo y buen gusto.Entre las fieles reproducciones, a tamaño real, se encuentra la partitura de «My Way»Buena prueba de ello es el lujoso tomo que acaba de publicar la editorial Global Rhythm. Se trata, más que de un libro, de un baúl de recuerdos compilados por Charles Pignone, presidente de la Sinatra Society of America, y prologado por Frank Sinatra Jr. y Quincy Jones. Porque las páginas de ««El Álbum de Frank Sinatra» (49,5 euros) contiene hasta trece sobres repletos de pequeñas joyas pertenecientes a la colección privada de la familia. Entre las fieles reproducciones, a tamaño real, encontramos, por ejemplo, la partitura de «My Way», al tiempo que nos enteramos de que esta composición firmada por los compositores franceses François y Reveaux no era de las favoritas de la estrella. No se sentía a gusto con la letra. Eso de «He vivido una vida plena, viajé por todos y cada uno de los caminos. Y más, mucho más que esto, lo hice a mi manera», y todo lo que venía después, le parecía demasiado pretencioso. Ni siquiera tenía a su lado, a la hora de grabarla, al pianista que le acompañó durante casi toda su vida, Bill Miller, y eso añadía cierto grado de disgusto. Fue el paso del tiempo el que puso las cosas en su sitio y transformaría aquella canción en su himno inevitable.
También encontramos, en este cofre de tesoros un telegrama enviado por Grace Kelly para felicitar al artista por el Oscar que consiguió por «De aquí a la eternidad»; un álbum de fotos con imágenes de sus comienzos; una carta a Cary Grant cuando éste cumplió cuarenta años en el mundo del espectáculo; los programas de las galas de investidura presidencial de John Fitzgerald Kennedy y de Ronald Reagan; un guión de uno de sus primeros programas de radio; o entradas para conciertos, como el de la ciudad de Río de Janeiro en 1980, donde reunió a 175.000 personas y entró en el libro «Guiness de los Récords» como el cantante solista que convocaba a un público más numeroso.
El texto, obra del mismo Pignone, recorre distintas facetas del artista: sus inicios, su trabajo como actor, su conquista de Las Vegas, sus juergas al lado del «Rat Pack», su relación con distintos presidentes de Estados Unidos, proyectos inconclusos... todo ello enriquecido con fotografías y declaraciones. No hay lugar para la polémica, para sus turbias relaciones con la mafia o sus locos amoríos. Es un libro escrito por un admirador para auténticos fans.

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